100 años de Pontejos

Después de tanto champán y polvorón, y seguramente unos kilillos de más, toca volver al trabajo. Hoy, como muchos días voy a Madrid centro a comprar hilos, botones, alfileres...a Pontejos. Una mercería cargada de encanto y que siempre me ha traído muchísimos recuerdos de infancia. Pero antes de que acabe este año no podía dejar sin mencionar en el blog, que esta mercería acaba de hacer un siglo, y eso es para celebrarlo, de hecho me han regalado un dedal de cerámica muy bonito con motivo de su centenario. Cuando he llegado a casa me he preguntado quien y porque abrió este negocio con tanta solera en Madrid, pues bien esto es lo que he encontrado sobre El Almacén de Pontejos.


Antonio Ubillos, el fundador, era un joven guipuzcoano que llegó a Madrid para trabajar como aprendiz en la mercería de su tío. Fundado en 1860 por el madrileño Ángel Caso, el local se hallaba justo en frente donde años después, en 1911, Ubillos abriría su propia mercería. Su establecimiento, que ya en la fachada se anunciaba como de “Novedades, Bordados y Encajes”, fue a ocupar la planta baja de la que todavía en la actualidad es conocida como Casa del Cordero. Un bloque de seis viviendas que se hallan en la manzana entre la Puerta del Sol, las calles Mayor, Esparteros y Correo y la plaza de Pontejos, formando un conjunto uniforme. 




Durante la Guerra Civil, Ubillos perdió a su único hijo varón, y ya que en aquellos tiempos las mujeres no solían regentar negocios, decidió designar como sucesor a su yerno, Máximo Rueda. Fue él quien transformó la tienda en su totalidad y quien la convirtió en la que es hoy en día, poniéndole, además, en honor a su suegro, el nombre de Almacén Sucesores de Antonio Ubillos. En aquel entonces, el aspecto del establecimiento era bastante semejante al que hoy luce, hasta en los pequeños detalles. Ya existían, por ejemplo, las famosas ruedas de botones: Ruedas de madera hechas a mano, que contienen un muestrario casi infinito de artículos del mismo color y de distinto tamaño. A Máximo le sucedieron los ochos hijos del matrimonio, siete hombres y una mujer, aunque solo Máximo y su hermano Antonio trabajan en el almacén.










 A lo largo de los casi cien años de historia que atesora, lo nuevo se ha adherido a lo viejo, la modernidad se ha mezclado con la tradición, sin por eso hacer que la segunda desapareciera. Es parte del encanto del local. En Pontejos, el avance imparable del tiempo ha añadido nuevas cosas, sin quitar las viejas. El cambio se ha visto sobre todo en la variedad de artículos. La evolución de la línea de los productos depende de la moda y de la demanda de los clientes. “Siempre que alguien nos ha pedido un artículo que no teníamos hemos intentado conseguirlo. Si durante la guerra las amas de casa compraban nuestros productos para tejer y confeccionarse sus vestidos –por eso la tienda se dedicaba a vender lana, agujas e hilo-, a partir de los años setenta se han rescatado las labores como trabajo de ocio y hobby. Sin embargo, con la crisis mucha gente ha vuelto a tejer a mano su propios vestidos”.



Los dueños de Pontejos hacen bandera del hecho de no dejar de vender ningún producto que esté en el mercado, y de poder contar a la mayor brevedad con las últimas novedades. Entre éstas destacan los polvos mágicos, que se utilizan para coger el dobladillo de los pantalones sin necesidad de dar una puntada. Para las cortinas se han inventado unas cintas termo-adhesivas que permiten ajustar el largo de la tela con la sola ayuda de la plancha. El precio de los artículos varía mucho, desde “los nueve céntimos por un botón, a los 600 euros por un tapiz de medio punto de petti pua”. Entre los clientes de Pontejos hay muchas tiendas pero trabajan sobre todo con el público: “No somos almacenistas para otros y no tenemos pago aplazado”.





El almacén, que comenzó siendo un negocio de venta de puntillas suizas, a sus mercancías de toda la vida suma hoy “todo aquello que el público demanda”. Es justo por eso que Pontejos no tema ni a la competencia ni al paso del tiempo. Al fin y al cabo, si no lo encuentras en Pontejos es que no existe

¡Hasta pronto!
Laura


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